El fraude en las empresas se caracteriza por el enriquecimiento de un trabajador mediante el uso o la aplicación indebida de los recursos y activos de la empresa en la que labora, directa o indirectamente.
Cuando la organización no está preparada para hacer frente a estas situaciones, la falta de un control más rígido acaba creando oportunidades para que los defraudadores se den.
El triángulo del fraude en las empresas
El Triángulo de Cressey, creado en 1953, surgió a partir del análisis del comportamiento fraudulento de los directivos en las empresas.
El estudio de Cressey parte de la hipótesis de que los individuos que ocupan puestos de confianza en el ámbito financiero pueden infringir las normas si tienen algún problema financiero concreto que no pueden o no quieren compartir.
Por ello, el empleado cree que puede resolver su problema financiero sin que nadie lo sepa, aunque para ello tenga que violar la confianza que le dieron para resolver su problema, este empleado comienza a apropiarse de los recursos financieros de la empresa en su propio beneficio.
Dentro del triángulo de Cressey, también conocido como el triángulo del fraude en las empresas, se identifican tres tipos de comportamiento:
- Presión: La presión, también puede llamarse motivación, partiendo de la justificación de la necesidad de resolver sus problemas financieros que no pueden ser compartidos, comienzan a pensar en la mejor manera de hacerlo sin que nadie lo sepa.
- Oportunidad: Estar en una posición que les permite resolver este asunto financiero personal violando la confianza financiera de la empresa para la que trabajan, crea un escenario oportuno para realizar el acto fraudulento.
- Racionalización: El empleado cree a través de justificaciones, que el acto fraudulento es la única salida para que su problema financiero se solucione.
El estudio de Cressey se ha utilizado en las organizaciones para desarrollar modelos y normas que ayuden a detectar y evitar el fraude en las empresas.
Cómo evitar el fraude en las empresas
Aunque los fraudes en un primer momento parezcan inofensivos o incluso insignificantes para la empresa, con el paso del tiempo este fraude puede tener implicaciones legales que pueden suponer un daño para la reputación de la empresa.
Una de las características comunes de los fraudes es que suelen producirse de forma gradual y durante períodos más largos, casi nunca el empleado que comete el fraude deja de practicarlo en cuanto resuelve su problema.
Por lo tanto, la mejor manera de evitar que se produzca el fraude es crear un plan de acción que evite este tipo de situaciones en el entorno empresarial, dentro de las actividades se deben resaltar:
Conocer los antecedentes de los empleados
Conocer los antecedentes de los empleados es extremadamente importante dentro de las empresas, conocer su historia, desde la contratación hasta el momento actual, ayuda a identificar si los empleados están posicionados y tienen un perfil de comportamiento coherente con los objetivos de la empresa.
Esta política de conocimiento de los empleados, también sirve para los proveedores y prestadores de servicios.
Gestionar los riesgos
Contar con una gestión de riesgos es fundamental para estar preparados ante cualquier riesgo eventual que pueda tener la empresa, es muy importante predecir, anticipar y resolver todos los posibles riesgos, especialmente cuando están relacionados con el fraude.
Hacer auditorías
Contar con una auditoría, tanto interna como externa, es importante para controlar y verificar si las medidas utilizadas para luchar contra el fraude en la empresa están siendo eficientes o no, a través de las auditorías también es posible verificar si se está produciendo algún posible fraude.
Crear un plan de políticas internas
Disponer de un plan de políticas internas es esencial para prevenir el fraude en las empresas, tener el reglamento interno de trabajo y un conjunto de normas y reglas a seguir dentro de la empresa, evita que se produzcan fraudes, ya que hay una determinación de lo que debe o no debe ser hecho por los trabajadores.